por Javier Moleres
El día 11 de
Junio de 2002, un gran titular del diario capitalino La Nación anunciaba el
descubrimiento –durante la construcción de la autopista Luján-Mercedes- de los
restos fósiles de 14 grandes mamíferos de casi 20.000 años de antigüedad,
dándole al lugar el carácter de
verdadero “Zoológico Prehistórico de la provincia de Buenos Aires”.
La comunidad
científica estaba asombrada y entusiasmada por el cúmulo de información valiosa
que podría obtener de este sensacional hallazgo dentro de los límites de
nuestro partido, un regalo inapreciable para toda la comunidad mercedina.
El Museo
Municipal de Ciencias Naturales se dio de inmediato a la tarea de extraer y
trasladar los restos para ser exhibidos, y el trabajo continuó más tarde en su
laboratorio.
Pero el lugar
-abandonado luego por la empresa contratista vial- fue pronto recuperado por la
acción reparadora de la misma naturaleza, convirtiéndose las enormes cavas
(resultantes de la extracción de tosca) en cristalinas lagunas artificiales, repletas
de peces, cisnes, patos, garzas, flamencos, lobitos de río y coipos, enmarcadas
en un gran sector de pastizales pampeanos y otro de bosque ribereño bordeando el
arroyo que atraviesa el área de casi 30 hectáreas . La
belleza del paisaje, la increíble biodiversidad, y el inigualable tesoro paleontológico, motivaron a los directivos del
“Museo Carlos Ameghino” a iniciar las gestiones para convertir el lugar en una
Reserva Natural. La comunidad educativa y científica de Mercedes celebró
jubilosa cuando -cinco años después- la ordenanza Nº 6308/07 creaba por fin la
Reserva, y ordenaba “construir un área útil para la divulgación, capacitación y
otras actividades vinculadas a la naturaleza”. El intendente municipal hizo
limpiar con maquinaria pesada el lugar y prometió el envío de personal para
resguardar el sitio. Ya todos soñaban con un lugar de estudio y recreación, con
visitas guiadas y auto sustentable gracias al turismo ecológico que podría
generar. Cuando el área de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo
Social cedió las tierras, pareció que el sueño al fin se cumpliría.
Pero los
mercedinos debemos acostumbrarnos a que todos nuestros proyectos queden
truncos. Al igual que la limpieza del Río Luján, la recuperación de la Av.
Costanera, la forestación de sus márgenes, el balneario, la extensión del
Parque Municipal, el jardín botánico, etc., etc….la Reserva fue también un
rotundo fracaso. La burocracia, los recelos políticos, la falta de visión o
quizá decisiones tomadas muy a la ligera en lo más alto del gobierno nacional,
se confabularon para que el proyecto termine en la nada. El esfuerzo realizado por Héctor Arzani,
Laura Migale y varios colaboradores, en planificar y acondicionar el lugar, hoy
se ha perdido. Los inadaptados de siempre -aprovechando la falta de personal de
vigilancia- rompieron y quemaron la cartelería de madera, eliminaron todas las
aves acuáticas -aún los cisnes- practicando tiro al blanco, mataron hasta el
último lobito de río, prendieron fuego mil veces el predio y lo volvieron a
llenar de basura (incluidas montañas enormes de vísceras vacunas en
putrefacción). Además, excavadoras mecánicas modificaron recientemente el
terreno y destruyeron la vegetación, extrayendo tierra. Son tan profundas y es
tan clara el agua de las cavas que, a poco de formarse, personalmente pude
bucear y filmar un video subacuático mostrando la increíble variedad de peces
que las habían colonizado. Hoy de igual manera se puede comprobar que la
riqueza íctica fue diezmada y es casi inexistente, gracias a los muchos malos
pescadores que se daban cita para arrojar sus redes, desechando luego en la
orilla gran parte de la captura, a la que no valoran debido a su escaso tamaño.
Conclusión: una
oportunidad única tontamente desperdiciada de conservar un ecosistema natural -más
el valioso yacimiento paleontológico- para la investigación y la educación de
las futuras generaciones. Un paso para adelante y tres para atrás… ¿esa es la
cruz que deberemos arrastrar por siempre los mercedinos?
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