“Continúen ustedes contaminando su cama y una noche morirán sofocados por sus propios desperdicios”. Seattle, jefe indio.
2010. Llegamos a esta altura de la vida, a este año preguntándonos tantas cosas porque hay mucho de lo cotidiano que no entendemos. Quizás la misma rutina que convierte nuestros días en una costumbre, en algo conocido y sabido, hace que no observemos mejor lo que vemos a diario. Ver, vemos muchísimo, y sin embargo, no miramos con detenimiento lo que tenemos en nuestro entorno, a nuestro alrededor. Es por eso que vamos por la vida sin relacionarnos con nuestro medio; nos aprovechamos de él, ocupamos lugares físicos, obtenemos nuestro alimento; vivimos gracias a que hay un ambiente apto para nosotros, apto porque nos permite desarrollarnos como hombres, y sin embargo, no entendemos esta relación entre el ambiente y nosotros. Creemos que somos superiores con respecto a cualquier ser vivo y cualquier elemento constitutivo de la naturaleza. Y no nos damos cuenta que la relación entre el ambiente y nosotros debe ser armoniosa. No entendemos nada, y quizás algunos capten algo cuando quede poco de este ambiente donde habitamos.
No voy a hablar de nociones sobre el ambiente o la ecología. No voy a hablar del tratamiento de residuos sólidos urbanos o de las plantas de tratamiento de los líquidos industriales. Voy a hablar de este tiempo posmoderno en el cual vivimos. Este tiempo que vino con la rutina de las acciones, la rapidez para hacer las cosas porque hay que hacer todo rápido y no perder un segundo de tiempo, porque claro, somos impacientes, y además el tiempo es dinero, ¿no? Este tiempo acentuó la individualidad del hombre, el aislamiento de este, encerrado con las diversas tecnologías que han salido al mercado. Para qué juntarse con los amigos para charlar un rato y tomar unos mates si nos podemos ver por Chat o facebook. Este tiempo donde trajo la producción en serie, la industrialización, el consumo en masa, y por eso usamos y tiramos, sin hacernos responsables por nuestros desechos y su repercusión el ambiente. Nada nos importa. Buscamos lo inmediato, el placer, el consumo ilimitado, vivir el presente. No construimos un futuro, no tenemos sueños e ideales. Algunos no saben qué son, otros los acaban de perder.
Vivimos como si fuéramos los únicos que habitamos este planeta. Nos creemos dueños de este. No pensamos en las generaciones futuras de humanos, menos en el resto de los seres vivos y hasta en los diferentes elementos como el agua, suelo, sol, entre otros. Tendríamos que entender cómo respetaban la naturaleza culturas primitivas, cómo se vinculaban y había cierta relación entre cada parte de la tierra. Ellos entendían que debían amarla porque sin ella no existirían.
El respeto por nuestro ambiente es algo primordial para el progreso de un país. Debería ser la principal preocupación del Estado, antes que lo económico. Existen leyes ambientales que nadie respeta porque tampoco se respetan las demás leyes en general. Para poder cuidar el ambiente deberíamos respetarnos a nosotros mismos, a cada ciudadano de este país. No es tarea fácil. Pero no podemos pretender no contaminar el aire, agua, el suelo, entre otros, si no respetamos ciertos valores y tenemos ética.
Para terminar, los dejo con un texto corto de Eduardo Galeano, “Ventana sobre la utopía”.
- Ella está en el horizonte- dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.
Nota de Antonela Chaves del año 2010
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