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Escribo a este diario para ser escuchada, para que mis palabras sean un eco de todas las voces que quieren ser oídas pero no tienen la posibilidad de expresarse. Escribo para despertar la conciencia del pueblo mercedino, para que las mentes que habitan esta ciudad empiecen a funcionar. Escribo para que otros lean lo que digo y reflexionen, piensen, critiquen, debatan, duden, cuestionen; para que dejen de estar dormidos. Hemos llegado al límite de lo tolerable: nos aguantamos demasiadas injusticias, torpezas, cosas increíbles. Dejamos pasar vivezas, corrupciones, deformaciones. Pero ya no dejamos pasar más barbaridades. Estamos hartos de vivir en una ciudad que se degrada día tras día. Cada hora que pasa es una hora perdida para la ciudad. No se la cuida, no se la quiere y respeta. Los habitantes de ella viven usurpándola, despreciándola. La usan como quieren, creen que ésta les debe algo, cuando es al revés. Pero los habitantes no tienen toda la culpa de maltratarla, sino que parte de esta acción se debe a sus gobernantes. Aquellos que administran esta ciudad son los que propician la destrucción de la misma. Ellos aplican las leyes a su modo y conveniencia, “educan” a su población para seguir utilizando los recursos de la ciudad sin cuidarlos. Y lo hace muy bien. El proyecto de aquellos que nos gobiernan es usar los recursos con los que cuenta la ciudad al máximo sin conservarlos, prever y considerar el futuro.

Y así vamos pasando los años, parasitando nuestra ciudad, enfermándola. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que no quede aire puro, agua potable, tierra libre de químicos, plantas, animales… hombres? ¿En qué momento van a parar este espectáculo grotesco? Los mercedinos estamos cansados de observar que nuestra ciudad está cada día más gris, más horrible, degradante. Entristece ver las montañas de basura por doquier, amarga escuchar las promesas de la planta de reciclaje, amarga porque la solución es educar a la población para disminuir el consumo de productos, de elegir con conciencia los mismos, no sólo es separar y clasificar sino también consumir concientemente. Y nunca llega una propuesta eficaz de los gobernantes. Nunca consideran las leyes ambientales.

Da pena recorrer nuestro río y arroyos y observar la contaminación de estos, la suciedad, el descuido. Enferma recorrer las calles de la ciudad y respirar los gases de los vehículos, que penetre en nuestros pulmones el veneno que emanan los colectivos locales y camiones (entre ellos, municipales).

¡Basta! Es momento de sacarse las caretas y ponerse serios. Se roban la plata, nuestra dignidad y encima pretenden robarnos nuestro ambiente. ¿Qué ciudad pretenden gobernar si el ambiente se deteriora cada vez más? Se quedarán perdidos en un mar de cloacas con sus billetes guardados en bolsas de plástico. Den la cara y afronten los problemas: queremos a nuestro ambiente pero no en estas condiciones porque queremos vivir. Sin ambiente no hay gobierno, no hay pueblo para gobernar.


Fecha:3/08/10 Antonela Chaves

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