Cazar sólo por el hecho de matar… matar sólo por el placer de hacerlo. Volver a costumbres de la edad de piedra. Liberar impulsos primitivos y dar rienda suelta a instintos supuestamente olvidados, desde que dejamos de ir por nuestra comida con un garrote. El caso opuesto a quién, en comunidades apartadas, debe cazar para enriquecer con proteínas una alimentación deficiente; luchando por la subsistencia.
Pero el caso que nos ocupa se asemeja más al primero.
¿Qué sentido tiene cazar en la ciudad? Cientos de chicos, como afectados por una epidemia, se lanzaron desesperados a los comercios de Mercedes buscando goma para fabricar hondas. Esta lamentable “moda”, pasó inadvertida para muchos. Pero no para los comerciantes que agotaron sus reservas del inusual artículo.
El aparente motivo, satisfacer un deseo que se contagiaron a otros con rapidez. ¿El perverso deseo de matar, acaso? ¡O que otro sentido tiene derribar un pequeño pájaro! Un ave que nos alegra con su colorido o su canto, merece un trato más apropiado que el de simple blanco en práctica de tiro.
Así se lo deberíamos hacer ver los mayores, a nuestros jóvenes. Lo inútil de la muerte de cualquier animalito por diversión, es un tema interesante de conversación entre padres e hijos.
Ayudarlos a encausar sus energías en actos menos violentos (pues ya lo que sobra en este mundo es violencia), tendría que ser prioritario. Por mantenerlos lejos y entretenidos, no dejemos que ellos crean que sólo es “un juego inofensivo”.
Una muerte por placer, por insignificante que parezca la presa, es siempre un acto repudiable. ¿Y si hoy el matar se hace habitual en ellos, pensó como determinarán mañana el valor y el derecho a la vida, desus próximas víctimas?
PD: ¿Podrán las maestras remediar en parte este descuido de padres, con una simbólica pero aleccionadora “quema de hondas”?
Javier Moleres
Extraído del semanario "EL CRONISTA ". Mercedes, 11 de marzo de 1996
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